Este proyecto surge de un estudio universitario sobre los residuos. Tuvimos la suerte de obtener cantidades de maquillajes valiosos como residuo. Y por eso decidimos hacer una investigación social usando este residuo/recurso, del maquillaje al arte, y del arte al activismo.
Nuestra idea principal era usar el maquillaje para crear una nueva gama de tinta multiuso, un material innovador para hacer arte. ¿Pero qué sentido tiene y qué provecho sacamos, en cambiar de aspecto y presentar unos materiales que pintan en un estado “nuevo” y agradable cuando éste material ya pinta sin padecer de ninguna transformación?
La diferencia entre la pintura y el maquillaje es, que la pintura habitualmente, sirve para expresar y destapar el interior de una persona hacía el exterior, en cambio el maquillaje tapa y esconde físicamente la persona y emocionalmente el interior de una persona a su exterior. Esto es lo que le hace al maquillaje tan especial, tan apreciado por la sociedad, sobretodo por la población femenina. Vivimos persiguiendo unos ideales a los que llamamos perfección, y lo consideramos como bueno y corrector.
Este pensamiento platónico es un factor causante de conflictos sociales como el consumismo impulsivo, el machismo, el racismo y la separación de clases. Y por otra parte conflictos personales como, la depresión, el estrés y la ansiedad, la envidia, la avaricia y la gula. Nos hace dejar de ser para aparentar, vivir de fuera hacia dentro y no de dentro hacia fuera.
Hay que dejar claro una cosa, no estamos haciendo una campaña anti-maquillaje. El maquillaje también puede ser arte. Es tinta, y la tinta pinta, escribe, imprime, proyecta, expresa, transmite, también esconde y oculta. Pero deja de serlo cuando se convierte en una tortura personal. No estamos en contra del maquillaje, estamos en contra del daño personal que comporta. Cuando intentamos encajar en un canon, éste nos atrapa y nos quedamos estancado en ello. Nos invade y nos absuelve, impregnando nuestro interior de negatividades haciéndonos más impersonales.